jueves, 25 de diciembre de 2008

Historia de una foto (Mi regalo de navidad)


Esta historia pequeña y corta es la de una imagen que una vez una

fotógrafa captó con sensibilidad artística en una mirada, u
n gesto y

una pareja.

Parecía que ese era un día de mucho calor, totalmente atípico en esos últimos días de invierno que parecían no querer irse más. Y allí estaba, con la cámara lista buscando un momento, una historia, un segundo mágico que inmortalizaría con una fotografía.
Caminaba despacio por la calle céntrica de la ciudad de La Plata, la ciudad de las diagonales. Entre la gente buscaba una situación, no sabia bien cual, su temática era primavera y calor, y los platenses parecían salidos desde lugares insólitos, paseando a los niños, caminando en familia,
trabajando en los puestos de las calles, comprando, relajándose… sí, era un día de esos en que cuando uno observa la vida de los demás puede descubrir en ellos historias, historia de vidas simples, de gente común, que muestran la realidad cotidiana de cada día, son pequeñas vivencias, que se revelan en la mirada del vendedor, del niño que pide, de la madre que lleva a su hijo en brazos.
Un lugar, una imagen, un misterio que develar, el trabajo del fotógrafo es plasmar sentimientos en ese único objeto que es la cámara.
Y allí está, de pronto los ve, como si el cielo y el sol se hubiese posado sobre ellos, temprana la tarde, la luz es clara y perfecta y el lugar el punto exacto del centro comercial, nada más acorde. Sobre la fuente de piedra de la esquina, los dos sentados muy cerca, charlando, distendidos, divirtiéndose. La mujer, lejos de ellos, a cierta distancia, los observa: qué hacen, ¿son pareja, se quieren, por qué están juntos?
Ellos no parecen darse cuenta que unos metros mas lejos están siguiendo sus movimientos.
La fotógrafa termina por deducir que se aman y lentamente, como una ladrona que no quiere ser descubierta, acomoda y prepara su cámara, es como un cazador sigiloso con su arma a punto de dispararle a su presa. Ese es el momento mágico, es el destino, están allí justo para que ella les saque una foto.
Espera atenta al instante en el que va a efectuar el disparo. Y lo advierte.
Es justo cuando ella la muchacha sentada se acomoda el cabello hacia el costado derecho de la cabeza, su brazo izquierdo descansa sobre las piernas cruzadas, ella lo mira y esta enamorada de él, con su mirada y su sonrisa lo dice todo.
Y él, sentado al costado de frente a ella, toma su muñeca con la mano derecha y la mano izquierda sostiene el antebrazo como para acercarla hacia él, se inclina hacia delante la mira directo a los ojos y le está por decir algo.
Clic! La cámara registra en su memoria digital ese instante de amor entre una pareja de jóvenes una tarde en pleno centro de la ciudad, esa imagen revela amor, se lo dice su sensibilidad de arista, esa foto muestra sentimientos marcados en la mirada, se aman, no hay duda, piensa la fotógrafa, y la nota del periódico del día siguiente ilustrada con esta imagen será como un bello recuerdo que quedará para siempre inmortalizada en una pagina dedicada a la primavera, al amor, y al comienzo del calor.
Como salida de un trance, la muchacha mira hacia el costado y se percata de una gran lente óptica que va bajando hasta quedar colgada del cuello de la fotógrafa.
Extrañada le dice al chico: “Creo que nos sacaron una foto”. Y él riéndose contesta en broma: “Bueno, a lo sumo, saldremos en el diario”.
La fotógrafa se da vuelta sonriendo cómplice, ha cumplido una misión, ha cumplido con su rol, ha cumplido con la magia del momento, y se va despacio, sin esperar que la detengan o le reclamen, ella ha sabido ver en la mirada de esos dos jóvenes el amor en puerta, y piensa con gracia que ellos supondrían haber salido en medio de un paisaje.
Y qué sorpresa será para ellos cuando se encuentren en la contratapa del diario al día siguiente en primer plano y alguien le avise a la amiga de la muchacha que le parece conocida la chica de la foto…
Lo que nunca va a saber la fotógrafa es que ese encuentro se arregló después de muchos meses, que supuestamente después jamás se volverían a ver juntos en ningún lugar, él porque en realidad no la ama, y ella porque sufre por tener su amor, sufre en silencio y lo espera siempre, aunque deba seguir con su vida. La fotógrafa los Eligio, por azar o por destino, para perpetuarlos para siempre en esa foto. ¿Creer en la magia? Creo que sí de entre miles de platenses que esa tarde andaban por ahí fue a ellos dos, que eligió quien sabe en el fondo por qué razón para plasmarlos en la posteridad mirándose con cariño, jóvenes y bellos, únicos, esa tarde de sol.