jueves, 6 de diciembre de 2007

Un espacio para la creatividad de mina

Parecía que iba a caer tormenta, en el medio del bosque, en realidad, corría ese viento furioso pero que lo disimulaba muy bien, las hojas caían silenciosas, el cielo se ponía cada vez más oscuro y espeso. Y el lago comenzó a estremecerse, como si fuera a hervir… era un momento de mucha tensión, pero allí no había nadie que la sintiera.
Sorprendentemente, un pie, un pie muy delicado salió del agua turbulenta. Solo la luna era testigo de ese fenómeno, al pie ahora le seguía una ante pierna, y a ésta el resto del bello cuerpo femenino, era una joven de unos dieciséis años, adoptó una posición de pie y sus ojos verdes se abrieron a la luz, su piel morena parecía buscar abrigo entre las sombras, y su cabello negro volaba y ondulaba con fiereza a causa del viento. Había nacido, el hada.
Y caminó en el bosque, sin parar, lentamente, como si volara, mejor dicho, como si flotara sin conciencia, sin sentimientos, ¿era humana? ¿de dónde había nacido?, ¿por qué? ¿a qué se debía su presencia en ese bosque y cuál era su objetivo? Ni siquiera ella sabía lo que estaba haciendo allí, no lo sabía y no tenía idea de nada.

En las afueras del claro, un hombre mayor, canoso, con grandes bigotes, se encontraba echado en su sofá favorito, frente al fuego, muy abrigado en su bata, y leía un libro a la hija de la mucama. La niña lo escuchaba extasiada, él contaba unos cuentos muy lindos, leía con voz profunda y al hacerlo de esa manera, parecía que transportaba al interior de la historia y la niña estaba encantada de oírlo.
Pero el corazón del anciano tenía un vacío allí. Nunca habíase casado, así que faltaban las alegrías y las penas que le causaran los hijos. El conde necesitaba ahora, a la vejez, los nietos. Nietos para jugar, para que corrieran por la mansión y se le sentaran en las rodillas. La sirvienta entró de repente irrumpiendo los pensamientos del Conde y se llevó a la niña a dormir, porque era de noche y hacía frío.
El abuelo se puso triste y se quedó contemplando el fuego, el quería un nieto, un heredero. Alguien, a quien dejarle todo lo que poesía. Sabía que existía alguien, un joven, un sobrino nieto que vivía en Londres. Pero ni siquiera sabía de él. Nada, él era el nieto de su hermano, pero estaba distanciado y su sobrino seguramente no sabía de su existencia.
La mucama entró a traer una taza de té. El anciano la miró un poco triste.
-Vaya a dormir señor. Ya es tarde. -lo consoló la mucama.
-Buenas noches.

El hada caminaba por el bosque sin hallar una salida. Miraba con extrañeza a un lado y a otro y se quedó allí echada contra un árbol, desnuda.
Pero una voz comenzó a llamarla, era el Viento que soplaba… “Hija mía… hija… ¿a qué viniste al mundo…?, lo sabes no, tienes que ser humana… y cuidar del deseo de un viejo conde, luego volverás a dormir en el fondo del lago. Eres una humana temporaria, lo sabes… cumple con tu misión. Y tú sabes que las hadas no pueden tomar cariño hacia un humano. Vé hija de las sombras… haz tu tarea…”
-Madre ¿cuál es mi nombre?
-El te dará tu nombre. Adiós. –y el viento siguió silbando pero ya no se podía distinguir una voz en él.
El hada se acurrucó entre un montón de hojas secas y se tapó con ellas su desnudez.

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